¿Alguna vez te has encontrado “sacándole la vuelta” a algún asunto?, ¿Eres de los que te propones hacer algo y no lo cumples o no lo terminas?, ¿Haces lo urgente y dejas atrás lo importante?
Quizá tú seas una persona que ha adquirido el hábito de posponer, pero no entendido como una habilidad que te permite administrar tu tiempo y tus esfuerzos, sino como una forma de evitar la ansiedad.
¿Por qué la gente pospone?
Hay dos tipos de posposiciones, las constructivas y las destructivas, y a su vez, dos razones por las que la gente pospone.
Las posposiciones constructivas se distinguen por permitirle a quien pospone, la posibilidad de al canzar un bien mayor al que ha dejado para después, o permitirle prepararse adecuadamente para realizar la tarea en un futuro próximo. Es decir, que se pospone como una forma de permitir se la “acción” de hacer algo más importante y/o de mejor forma. El motor es el deseo de afrontar, de una mejor manera, los retos más importantes de la vida.
Las posposiciones destr uctivas son aquellas que se hacen para “no hacer”, y están encaminadas a eliminar (temporalmente) la ansiedad que nos produce la inseguridad de ciertas situaciones, dejándolas para después. Es decir, que el que pospone deja de hacer lo importante por hacer otra cosa que no lo es tanto, pero que no le estresa. El motor de este tipo de posposiciones es el miedo y la inseguridad
El peligro de posponer destructivamente
Lo queramos o no, siempre habrá situaciones que nos causarán ansiedad y nos harán sentir inseguros; pero existen dos alternativas: 1.- trabajar, practicar y prepararse para confrontarlas o, 2.- evitarlas.
Desgraciadamente, no todo aquello que nos significa inseguridad puede evitarse sin tener pérdidas importantes para nosotros: hay cosas que no nos gustan, pero que tenemos que hacer si queremos conservar aquellas otras cosas que sí nos gustan.
El peligro de posponer destructivamente es que, cuando lo hacemos para evitar la ansiedad que nos produce confrontar las situaciones de estrés e inseguridad, y evitamos temporalmente algo importante, tarde o temprano nos veremos ante la misma situación pero con la desventaja de tener una acumulación de miedo y ansiedad; y lo peor: con una autoestima debilitada y aun menores posibilidades de afrontar correctamente aquellos retos.
A continuación, veamos dos ejemplos que nos permitirán entenderlo mejor. El primero tratará de un asunto que tal vez a muchos de nosotros nos resulte familiar: las exageradas consecuencias por haber evitado un miedo específico y de poca complejidad. El segundo ejemplo nos permitirá conscientizarnos sobre lo absurdo y dañino de sucumbir (y “posponer-nos”) ante múltiples miedos y falsos conceptos sobre nosotros mismos y los demás en las relaciones de pareja.
No necesito ir al dentista
Un hombre experimenta un dolor de muela. Sabe que sería recomendable ir al dentista para que lo revisen, pero siempre ha temido la anestesia y pospone su cita argumentando que no es para tanto; “no necesita ir al dentista”. Se siente bien durante un tiempo porque la ansiedad de recibir la inyección y que le duela no está presente.
Días después, mientras come un helado, sufre un dolor agudo y se percata que su muela ha sido sensibilizada por el frío, lo que indica que la caries que tiene ahora es más profunda. Piensa en hacer la cita, pero el miedo sigue presente y decide probar un remedio casero “buenísimo” que le recomendaron.
Pasan las semanas, y obvio, el dolor aumenta, ahora hasta el aire le produce dolor –uno mucho más intenso que el de una simple inyección-, razón por la cual, además, ha dejado de lavarse bien los dientes pues la abrasión de la pasta y el agua aumentan el dolor; pospone la cita hasta que no puede más y cuando llega a su consulta, el dentista le informa que el daño en su muela ya no se arregla con una simple curación, sino que ahora es necesaria un endodoncia, un procedimiento que consiste en extirpar el nervio. Además, la falta de higiene ha provocado más caries en otros dientes y, por supuesto, toda la curación ahora es mucho más dolorosa, prolongada y costosa. Lo más triste del caso: él es responsable de tener que recibir semejante curación, pues llegó a tal extremo por posponer su caso destructivamente.
Un adolescente ha pospuesto el hablarle a la niña que le gusta porque le causa inseguridad y ansiedad ser rechazado. Argumenta que por el momento es más importante concentrarse en la escuela que perder el tiempo en buscar una noviecita; pero en el fondo sabe que él desea relacionarse y que el dedicarse a sus estudios no es lo que lo motiva a aislarse, sino el miedo.
Durante un tiempo él no se siente ansioso porque ha pospuesto la situación que lo estresa, pero no pasa mucho hasta que nuevamente encuentra a otra chica que le gustaría conocer. La ansiedad regresa y en mayor medida, pues sabe que una vez lo intentó y pudo más el miedo que las ganas. Ahora no sólo siente miedo, sino la presión de que los demás adolescentes de su edad ya tienen novia. Decide nuevamente posponerlo para sentirse temporalmente mejor, encontrándole todos los defectos a la nueva chica cuando en realidad le encanta. Nuevamente, durante un tiempo se siente bien pero en el fondo acumula miedo y ansiedad; aparte se debilita su autoestima porque siente que no tiene las habilidades de los demás.
Una vez más aparece otra chica y ahora él, con baja autoestima y una bomba de ansiedad, sufre enormidades tratando de decidir si esta vez le hablará o no. Decide, a pesar de todos sus miedos, hacerlo, pero obvio, nunca lo ha hecho y es torpe y está súmamente nervioso porque ese evento no sólo significa hablarle a una chica sino comprobar de una vez por todas si “es capaz de ligar -como cualquier otro”. La chica nota en él nerviosismo, la torpeza y la rigidez; y lo rechaza.
El adolescente se siente abolido e incapaz (y de hecho hasta que no practique y confronte sus miedos, lo será): se ha hecho “realidad su peor miedo”: se cree y se autodenomina “incapaz de ligar”. Renuncia a hablar con las mujeres para siempre, justificando que “el amor no es para él”. Sin embargo, no es porque lo haya marcado el destino, sino porque –por posponer- nunca se ha dado la oportunidad ni el permiso de equivocarse y aprender algunas habilidades como: saber conversar, dar algún regalo o detalle, decir un cumplido, etc., podría aprenderlas y practicarlas con sus amigas.
Asimismo debe tener en cuenta que si en algún intento de ligue las cosas no le salen como quisiera por haber estado nervioso y temeroso, no pasa nada, no es el fin del mundo, al contrario, puede aprender de ahí muchas otras cosas: que es mejor no andar pensando en lo que puede salir mal ni en lo que los demás le dicen que debe mostrar, sino en relajarse y dejar que las cosas tomen su curso, dando él lo mejor de sí, siendo espontáneo y creativo. Así, permitiéndose interpretar el intento fallido como una práctica, consciente de que siempre que queremos aprender lo logramos, irá mejorando sus habilidades en lugar de tomar los fracasos como hechos determinantes de incapacidad.
Se vale posponer –constructivamente- cuando: nuestra integridad corra peligro, cuando la situación a confrontar requiere de mejor preparación de nuestra parte y no hay repercusiones si uno se toma el tiempo para hacerlo, y cuando evitar el objeto de ansiedad no afecte nuestra vida ni nuestras metas.
Ejemplos:
Se vale posponer el trabajo cuando uno está enfermo, incapacitado o agotado (tienes la obligación de cuidar tu salud).
Se vale posponer un plan de dar clases si uno requiere prepararse más para impartirlo.
Se vale posponer el superar un miedo cuando el objeto de ansiedad no es probable que se nos presente: si temo a las pirañas y vivo en la Ciudad de México pues no vale la pena invertir el dinero y tiempo en tomar un curso para superar esa fobia ya que es muy poco probable que me encuentre con una, seguramente habrá cosas más importantes que hacer antes.
Resumiendo, las posposiciones constructivas nos ayudan a alcanzar nuestras metas y nos capacitan para conseguirlas, llevándonos al crecimiento personal y fortaleciendo nuestra autoestima. Las posposiciones destructivas nos alejan de nuestras metas y agudizan la ansiedad que provocan las situaciones que nos causan inseguridad, afectando nuestra autoestima; y esto nos va sumergiendo cada vez más profundo en tremendo círculo vicioso.
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